Siempre que se abre una ventana al conocimiento se amplían las fronteras de la ignorancia. A medida que se avanza en lo primero, se cobra mayor conciencia de lo segundo.
Probablemente, esta convicción haya llevado a Sócrates a decir “sólo sé que nada sé”. Es la principal diferencia entre quien sabe que no sabe, y quien no sabe que no sabe. Discúlpenme el retruécano, pero esto vino a mi mente el pasado miércoles al escuchar la disertación del padre Diego Jaramillo Cuartas, durante la celebración de los treinta años de la Corporación El Minuto de Dios – Uniminuto – en Mariquita.
La actividad se llevó a cabo en la casa Enrique Pérez Arbeláez o de la Segunda Expedición Botánica, y allí el padre Jaramillo hizo una detallada exposición sobre la vida de Mutis como sacerdote, algo de lo cual poco se habla. La mayoría de las veces cuando los expertos se refieren a él, la atención la acaparan sus investigaciones botánicas, su interés en las hormigas, los peces, los minerales o las estrellas, pero en escasas oportunidades su labor como pastor de almas. Quizás esto se explique porque Mutis fue un sacerdote sin parroquia, dedicado a orar en el templo de la naturaleza. Un sacerdote creyente de la ciencia, quien probara que ésta y la religión pueden coexistir, como lo hizo cuando defendió con ahínco y pasión ante otros religiosos las teorías de Copérnico.
Después de escuchar al presbítero Jaramillo hice mayor conciencia de que en realidad es muy poco lo que la generalidad de personas sabemos sobre el gaditano. Para comprobarlo basta mirar el trabajo de Alberto Gómez Gutiérrez, miembro de la Comisión Mutis, que estuvo presente en el acto, titulado ‘Aproximación a una bibliografía Mutisiana’. Una recopilación de todo cuanto se ha escrito sobre el sabio desde el siglo XVIII, un insondable mar de conocimientos, en diferentes idiomas. Se necesita toda una vida para leer esta bibliografía, con inmodestia calificada como ‘aproximación’. La Comisión Mutis fue creada por iniciativa del expresidente Belisario Betancur, y de ella hacen parte varias universidades de Colombia y está dedicada a propagar la obra de este coloso inagotable.
Ahora bien, es de justicia hacer un reconocimiento. La gesta de Mutis, sus pintores y todos sus colaboradores, cobró vigencia en Colombia durante el siglo XX, gracias al presbítero Enrique Pérez Arbeláez, quien estuvo en varias oportunidades en Mariquita. Se quedaba a unos cuantos pasos de la casa colonial, que en 1983 Betancur bautizara con su nombre. En el hotel Bocaneme, desafortunadamente desaparecido. Pérez Arbeláez fue teólogo, doctor en filosofía, con estudios en ciencias botánicas y sismología, y otro mutisiano incansable.
Por deferencia de las directivas de Uniminuto me correspondió llevar la palabra en mi condición de director de Funbotánica, Fundación Segunda Expedición Botánica, entidad que el año entrante cumplirá 40 años de existencia. Me permití hacer una breve disertación sobre Mutis, Humboldt y la crisis climática. Asunto que cada día cobra mayor importancia nacional e internacional. Desde esta perspectiva, la tarea que vienen haciendo el padre Jaramillo Cuartas, los miembros de la Comisión Mutis y las directivas de Uniminuto adquiere una relevancia especial, pues no se trata de unos románticos dedicados a curiosidades históricas sino de llamar la atención sobre la necesidad de ver la sacralidad que existe en la naturaleza, y de esta manera encontrar la salvación como especie. Mi reconocimiento sincero y mis mejores deseos. Mutis vive.
Guillermo Pérez Flórez