Palabras de Guillermo Pérez Flórez, Director Ejecutivo de la Fundación Segunda Expedición Botánica en la celebración de los 30 años de UNIMINUTO
José Celestino Mutis dirigió en la Nueva Granada la aventura fascinante de colectar, clasificar y pintar las especies vegetales que iba encontrando, desconocidas en el Viejo Continente. La idea que inicialmente había concebido en Madrid, años antes de viajar a América, era escribir una Historia Natural sobre los tres reinos, pues su pasión por el conocimiento no se agotaba en las plantas, pues se extendía a la fauna y a la minería. Era un coloso de la ciencia. No olvidemos que fue médico y astrónomo, a él se debe la creación del Observatorio Astronómico Nacional y fue la primera persona en introducir el sistema copernicano en el virreinato. Adicionalmente, quiero recordar su interés por la lingüística, y que el rey Carlos III le encargó atender una solicitud de Catalina II de Rusia sobre las lenguas vernáculas americanas, concretamente la chibcha y la achagua.
Su sed de conocimiento e investigación era insaciable en los más diversos ámbitos y disciplinas. Sin embargo, creo no equivocarme si afirmo que la principal obsesión del sabio gaditano era identificar para qué servía cada planta, sus propiedades curativas y su clasificación. Su obra es descomunal y ha trascendido hasta nuestros días; sus trabajos se conservan en el Real Jardín Botánico de Madrid. Allí reposan las más de siete mil láminas que plasmaron los pintores bajo su dirección, dos mil de las cuales fueron dibujadas en Mariquita. Por ejemplo, allí se encuentra la pasiflora mariquitensis, especie que por cerca de dos siglos se consideró extinguida, y la cual, gracias al paciente y silencioso trabajo de búsqueda e investigación de la familia Velásquez Gamboa, se ha recuperado y está en proceso de reproducción.
Los trabajos de Mutis llegaron a los oídos de los científicos más reputados de Europa, en parte por la correspondencia epistolar que sostuvo con el sueco Carlos Linneo, a quien remitía información y muestras de sus hallazgos. Entre los dos hubo dieciocho años de correspondencia directa, de la cual, dolorosamente, apenas se conservan diez cartas autografiadas por Mutis y tres por Linneo. Gracias a estos dos hombres se estableció un puente entre Mariquita y Upsala. Linneo fundó la primera comunidad mundial de naturalistas, de la que hizo parte Mutis, y así el nombre de éste comenzó a sonar en toda Europa. Fue tal la dimensión alcanzada que el prusiano Alexander Humboldt viajó a Santafé para conocerlo, pues no había ningún otro botánico en el mundo que supiera tanto sobre la flora sudamericana. El encuentro se produjo el 8 de julio de 1801 en Santafé, diez años después de que Mutis saliera de Mariquita.
Linneo, Mutis y Humboldt constituyen una triada fundamental en el conocimiento de la naturaleza. Linneo le llevaba a Mutis 25 años, y éste a Humboldt, 37; de manera que Mutis fue un puente generacional entre estas dos cumbres científicas. Gracias a sus conversaciones, a sus investigaciones y a la colaboración recíproca, la humanidad avanzó significativamente en el conocimiento de la naturaleza. A Linneo y a Mutis les interesaba estudiar planta por planta, las especies individualmente consideradas. Su forma, la manera como se reproducían, y clasificarlas. A Humboldt, en cambio, le llamó más la atención las relaciones e interacciones de ellas como partes de un todo del que participaban, además de las plantas, los animales, las rocas y el agua. De hecho, probaba el agua de los ríos para comparar sus sabores, como lo hace un catador de vinos.
Humboldt mostró curiosidad por el conocimiento de los indígenas sobre la naturaleza y la geografía. Entendió con absoluta claridad que él conocía el mapa, pero ellos el territorio, y que una cosa y otra pueden ser muy diferentes. Para él los indígenas “Conocían cada planta y cada animal de la selva, y podían distinguir los árboles solo por el sabor de la corteza, un experimento que Humboldt intentó y en el que fracasó miserablemente”, según nos lo cuenta la escritora Andrea Wulf en su libro ‘La invención de la naturaleza’.
Mutis y Humboldt tenían profundo respeto por las comunidades locales, dado el conocimiento que éstas tenían del entorno. Gracias a ello, Mutis pudo identificar las propiedades de la canela y de la quina, y la eficacia del guaco (o aristoloquia) como antídoto contra la picadura de culebra. Fue un hombre negro quien le contó el secreto de las virtudes curativas de esta especie. El negro Pío había observado que las águilas comían sus hojas cuando eran picadas por las culebras durante las batallas que sostenían contra éstas. Entonces, Francisco José Matiz, pintor y discípulo, se inoculó el jugo de esa yerba y manoseó los reptiles ponzoñosos, así pudo comprobar la eficacia del guaco como antídoto contra el veneno de las culebras.
¡Qué inmenso fue Mutis! Cuántas cosas le deben la humanidad y Mariquita a este sabio. Como le debemos a Humboldt, quien hace más de 200 años advirtió que la especie humana estaba causando daño a la naturaleza. Fue el primer científico en entender que todo en ella es “interacción y reciprocidad”, y que “En esta gran cadena de causas y efectos no puede estudiarse ningún hecho aisladamente”. Fue el primero, según Wulf, en explicar la capacidad de los bosques para enriquecer la atmósfera con su humedad y su efecto refrescante, además de su importancia para retener las aguas y proteger el suelo contra la erosión. Alertó que los seres humanos estaban interfiriendo en el clima y que eso podía tener consecuencias imprevisibles para las futuras generaciones”. De esta forma, Humboldt se convirtió en el primero en hablar del cambio climático provocado por el ser humano.
Desde hace varias décadas, diferentes voces en el mundo nos hablan de la crisis climática y ambiental, que están íntimamente relacionadas, pero que son diferentes. La primera es consecuencia de la segunda. Y las pruebas de su existencia las estamos viendo a diario. Aumento de las temperaturas, torrenciales aguaceros, deshielo de casquetes polares y nevados, elevación del nivel del mar y alteración de los ciclos del clima. Europa acaba de vivir el verano más caliente y la peor sequía en los últimos 500 años. El oeste de Estados Unidos experimentó la sequía más extrema en 1.200 años y el Yangtzer, el río más largo de China alcanzó su nivel más bajo desde 1865, en medio de altas temperaturas gracias a la falta extrema de lluvia. A menudo escuchamos decir que el clima está loco. No. Los que estamos locos somos nosotros, que no hemos entendido la urgencia de cambiar la visión que tenemos de la naturaleza y la forma como nos relacionamos con ella.
Una visión que pone a la especie humana por encima de las demás. El hombre ha establecido una relación de mezquino vasallaje con la naturaleza al creer que ésta se encuentra exclusivamente a su servicio, lo cual ha generado grandes y profundos desajustes sistémicos. Así lo dice el papa Francisco en su encíclica ‘Laudato sí’: “Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”. Francisco nos recuerda que hace ya más de medio siglo el papa Pablo VI afirmaba que la crisis ecológica se debía “… a una explotación inconsiderada de la naturaleza y que el humano corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación”.
Una de las cosas que nos ha conducido a la crisis ambiental es el desacople que existe entre la manera como funciona la sociedad y la forma en que trabaja la naturaleza. Aún no entendemos su complejo sistema de funcionamiento y casi no respetamos lo poco que sabemos de ella. Damos prelación a nuestras urgencias económicas o políticas. Ignoramos las interdependencias e interrelaciones entre fauna y flora. Desconocemos, por ejemplo, el papel que cumplen los murciélagos en la dispersión de semillas, la polinización de especies vegetales y el control de las plagas. Queremos que la naturaleza se adapte a nosotros, en lugar de nosotros adaptarnos a ella.
He querido traer estas reflexiones con la esperanza de que éstas nos ayuden a cambiar y a obrar en consecuencia. Es lo que queremos en la Fundación Segunda Expedición Botánica, en alianza con una institución tan prestigiosa como la Corporación El Minuto de Dios, con la que compartimos no solo el propósito de reivindicar la obra de Mutis, sino la necesidad de trabajar en asuntos ambientales, comenzando por la preservación de la reserva forestal en donde él, Mutis hiciera buena parte de sus investigaciones. Y no tanto por rendirle el merecido tributo de gratitud, sino también por nuestra propia conveniencia individual y colectiva. Durante muchos años, Mariquita ha gozado de un microclima que la diferencia totalmente de los pueblos vecinos. Esa exquisita característica es producto del bosque húmedo tropical que existe a muy pocos metros de esta casa. Es posible que, si éste desapareciese, la temperatura local subiría dos o tres grados y su clima sería tanto o más cálido que el de nuestros pueblos vecinos. En diciembre de 1.960, dicho bosque fue declarado reserva forestal por el Ministerio de Agricultura, con el objetivo de conservar el territorio y sus especies y cuando sólo tenía 637 hectáreas. Hoy, posiblemente, apenas llegue a las 90, y no ha sido posible que las autoridades acaten una providencia judicial que lo protege. Hemos fracasado en la misión.
En lo más alto del Cerro de Santa Catalina, el bosque está presidido por la santa Cruz, pues es un lugar sagrado ya que en este templo de la naturaleza se encuentra una amplia variedad de plantas y además, es la casa del perico cascabelito, de la guacamaya cariseca, del currucutú, del gavilán caminero, del gavilán pollero, del Águila pescadora, de la esmeralda coliazul, del colibrí rubitopacio, de la garza real, de la nutria y del tití gris, del zorro perruno, del mico de noche, del oso hormiguero, del borugo, del ñeque, del perro de monte, del venado y de otras muchas especies animales.
Hace algunas semanas, el presidente de la República, Gustavo Petro, en un vibrante discurso ante la ONU, convocó al mundo a salvar la Amazonía. Noble y loable propósito. Por supuesto que lo acompañamos. Pero desde esta tierra bella queremos pedirle que el Gobierno disponga de los recursos para salvar la reserva forestal José Celestino Mutis. Ese es el sueño de muchas mujeres y muchos hombres que de manera silenciosa han trabajado para la preservación de este patrimonio natural. Nuestra aspiración es convertir la reserva forestal en un Jardín Botánico, para que podamos protegerle y disfrutarle. Y para que sirva a los propósitos de investigación científica.
La crisis climática no es algo que sucede en latitudes lejanas. Nos compete a todos los habitantes de esta casa común que es el planeta azul. Ella es no solo consecuencia del uso de las energías fósiles, concretamente el petróleo y el carbón, sino producto de la directa acción humana que provoca una crisis ambiental, por absurdas y criminales acciones como la tala de árboles, el manejo de los residuos, la contaminación de las fuentes hídricas y otras de la misma índole, conductas que degradan el ambiente y afectan la salud pública. Necesitamos crear conciencia ambiental, para tener mejor calidad de vida. Ríos más limpios, un aire más puro y una atmósfera pública más saludable. Nos urge una nueva ética ambiental e introducirnos en nuevos enfoques económicos y políticos. En cortas palabras, en la bioeconomía y en la biopolítica entendidas ambas como construcciones centradas en privilegiar la vida no solo humana sino de todas las especies y en el respeto a toda la naturaleza. Además de entidades biológicas, los seres humanos somos construcciones sociales y porque lo somos, podemos cambiar y comportarnos de una manera diferente y, por lo tanto, crear y recrear nuestra cultura.
Queridas amigas y queridos amigos: en este día tan importante en el que celebramos los treinta años de la Corporación Minuto de Dios, quiero pensar que aún no es tarde para que el hombre se salve del apocalipsis ambiental. Y que, en caso de llegar a serlo, aún no lo sea también para Dios.
2 de noviembre de 2022, San Sebastián de Mariquita
Casa de la Segunda Expedición Botánica